domingo, 22 de enero de 2012

Sobre Megaupload y la creación artística, I parte: Curso gratuito de gestión empresarial

Como intento de periolistillo que soy, lo primero que debería hacer es procurar mantener cierto grado de objetividad, pero como siempre me he mostrado con la firme convicción de que la objetividad periodística es un invento de las universidades por intentar hacernos mejores personas, y que por tanto no existe, ni me voy a preocupar en defender mínimamente las posturas a favor del cierre de las páginas de descargas.

Llevado al terreno musical que es el que me incumbe, no pocas han sido las voces en defensa de la plataforma de descargas. Alicia Keys, Snoop Dogg, Puff Daddy, Jamie Foxx y otros artistas "con caracter" no reniegan de que sus obras se difundan entre sus seguidores, es decir, no ven amenazada su labor creativa por que se pague menos o no se pague cada vez que alguien escucha sus discos, ¿Por qué? Porque el modelo ha cambiado.

La industria discográfica sigue empecinada en volver a aquellos días de vino y rosas donde las grandes majors (Universal, Sony Music, EMI, Virgin...) se repartían todo el pastel y el champán no paraba de fluir entre los despachos. No quiere ver el gran cambio social de los últimos años y, como aquel niño rico mimado al que sus padres todo se lo han dado hecho mediante la explotación de otros, van corriendo lloriqueando en busca de injusta comprensión, en este caso a las autoridades.

El hundimiento de la industria musical no es por culpa del pirateo, ni siquiera por el plan abusivo de vender discos a 20 euros, sino por la torpeza empresarial de sus mandatarios. Cuando los mercados cambian, toda industria debe amoldarse a estos cambios, es una ley de primero de empresariales, no ninguna premisa magistral digna de un doctorado.

Es por ello por lo que cuando surgieron las herramientas Peer to Peer, deberían haber visto en ello una oportunidad de promoción más que una amenaza, puesto que la voluntad de millones difícilmente se puede doblegar a menos que se usen poderes dictatoriales (como los del FBI). ¿Soy un gurú de las finanzas acaso? Ni mucho menos, suerte tengo de atinar con el cambio en una simple compra del Mercadona.

Lo que yo sugiero, más allá de la obvia realidad de que si me bajo un disco que probablemente no compraría, mayor promoción tendrá el artista y mayores probabilidades de que pague por verlo actuar (ya sea en un concierto directamente, o televisivamente, mediante entrevistas, en publicaciones etc indirectamente) es un modelo que ya existe, el de cambiar el modo de gestión discográfico.

¿Por qué mientras las clásicas disqueras entran en números rojos y se deshacen de artistas que dejan de ser rentables en la venta de discos como U2 o Madonna, otras pagan contratos de 100 millones de euros por hacerse con los servicios de estos? Si, esta cantidad desorbitada y que en su día un "genio" de la Virgin llegó a desembolsar por Janet Jackson o por Mariah Carey (antes por supuesto de que decayeran sus carreras y metieran en serios problemas al sello, que tuvo que desembolsar otra no desdeñable cantidad para deshacerse de ellas), es la que paga actualmente una discográfica por hacerse con los servicios de históricos de la música.



Esta discográfica no es otra que Live Nation. ¿Por qué está en condiciones de competir en un mercado totalmente marchito? Porque no centra sus, por otra parte colosales, ansias de poder en hacer dinero exclusivamente de sacar al consumidor los 20 euros de marras por discos que, en muchas ocasiones, se componen de mero relleno para excusar giras. Y ahí está la clave, en las giras. Si del CD no se obtiene el zumo, exprimamos los tours y el merchandising introduciéndolo en el mismo paquete.

¿Que se puede obtener de un dinosaurio de la música como los Rolling Stone actualmente? Seguramente un buen disco es probable que no. En cambio, cada gira que realizan mueven en torno a los 500 millones de euros, cada aparición pública se cotiza al alza y la imagen de Jagger y Richard no pierden popularidad pese al alto grado de hedor a geriátrico que desprenden.

Esta reflexión la hizo la empresa estadounidense que nos ocupa. Por ello decidió pagar jugosas cantidades a artistas consagrados (lo que se llama inversión segura) a cambio de que estos cedan gran parte de los derechos de explotación de su imagen (giras, presentaciones públicas, productos promocionales...) y manteniendo sin embargo los derechos de autor el propio cantante (o autor, que por desgracia raramente coincide). Trabajador contento, empresario contento y, por último, consumidor contento, que no desembolsará euro alguno por un CD pero por otra parte paga religiosamente 60 euros por una entrada (entono el mea culpa).

A Live Nation por tanto, le importa bien poco que el último disco de Coldplay no llegue a los cuatro millones de copias vendidas mundialmente (y es de los que mejores ventas tiene actualmente, sólo superados por Adele), ya que una gira de estos reune a, de media, unos cinco millones de espectadores que desembolsan el triple de lo que pagan o pagarían por el disco. Así se cuadran las cuentas que no le salen a Virgin, Universal y compañía y que, sin embargo, estas ni se inmutan, sólo lloran.

Los de Live Nation no son los salvadores de la música ni mucho menos, ni unos santos altruistas, pero sin embargo sí son los más listos del lugar (musical) y los que más han sabido adaptarse al endiablado fluir capitalista. Si glorificamos a un magnate (en el peor sentido de la palabra) como Steve Jobs por ello, ¿Por qué no hacer lo mismo con esta empresa?

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